lunes, 23 de abril de 2012

El Bar

Entre en el bar, con el cubo de pintura en una mano y en la otra la brocha. Allí me esperaba Olga que se había tintado el pelo y ahora era pelirroja.
-Buenos días ,Carlos. Vaya carita de sueño me traes.- Me sonrió con esa sonrisa tan bohemia y melancólica.
-He dormido poco-Dije entre carcajadas, la verdad es que me alegraba el verla.

La verdad es que cuando iba al bar antes de terminar con la innombrable ya me fijé en ella, pero jamás le dí más importancia de la que pensaba, la veía inalcanzable y , no nos engañemos, mis ojos tenían dueña. Comenzamos pintando las paredes, bueno limpiándolas , el alquitrán del tabaco se había adherido a la pared y el grosor variaba según las zonas, en las esquinas llegaba a ser de un espesor de varios milímetros y teníamos que raspar la pared. En un par de horas conseguimos dejar al bar con una presencia bastante menos... dejémoslo en sucia, menos sucia. Saqué un par de cervezas, la mía sin alcohol , tenía pensado dejarlo.

Le expliqué a Olga como había llegado a esa situación tan penosa por la que había pasado, como había llegado a ser un simple esqueleto que vagaba por las calles de la ciudad sin ningún rumbo, bueno con uno y no era el más agradable. Sabía que nunca se me había notado muy débil físicamente , gracias a una genética bastante buena estaba un poco fuerte. Y como siempre mi ego no se había visto dañado. Mi vida siempre había ido dando tumbos, entre labios de mujeres que jamás llegaban a llenarme y cuando encontré unos me enganché, ahora me daba cuenta de mi error, no podía hacer que ella fuese mi mundo. Y acabé mal, tenía que salir de esa etapa de camello, llegar a ser un león destrozar todos mis recuerdos buenos, quedarme con los malos y con ellos construir un mundo nuevo donde estos malos recuerdos jamás vuelvan a tener cabida.

Olga me miraba a los ojos como si yo fuese un faquir y ella una serpiente hipnotizada por la sucesión de silabas , de sonidos que mis cuerdas vocales arrancadas por el dolor infringido tiempo atrás. Tan sólo me escuchaba absorta en un mundo del que poca gente sabe, en la concentración de cada palabra, de cada frase. Yo ,mientras ella era hipnotizada por el movimiento de mis labios y mi lengua , recorría toda su cara, fijándome en esos ojos de un verde profundo, un verde que sólo había visto en los cuadros más hiperrealistas donde los pintores describían a pinceladas una realidad maravillosa. Cuando sonreía se forjaban en sus mejillas unos hoyuelos que hicieron que me quedase allí durante unos segundos, acabe en la comisura de sus labios de delgadas líneas. 

Era la hora de comer, nosotros teníamos hambre, pero era algo que jamás había sentido. Se mojó los labios con la lengua de una manera tan dulce que desde donde estaba olía a miel. Me acerqué a sus labios tan despacio que la distancia parecía kilometros , se conjuraban el tiempo y el espacio para hacer ese instante eterno , el instante en que toqué esos labios de miel.

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