viernes, 13 de enero de 2012

Bar Apache


Tirado en la barra del bar Apache, en la quinta calle hacia el norte contando desde la iglesia, bebía penas con hielo, de esas que ennegrecen del más oscuro carbón el corazón.
Tiempo atrás , yo , había conseguido vivir, no bien, no mal, vivir. Ahora sentado en un taburete ,del cual tambaleaban dos patas, me mecía en un vaivén en el que lo único que llenaba mi pasado eran esas penas embriagadoras, fríamente embriagadoras. Pasó el tiempo , una o dos horas y yo allí seguía , al vaivén de las penas , ahogandome en los recuerdos de mi vida.
No sé cómo ni cuándo acabé en mi cuarto, la cuestión no era esa, era que iba a ser otro día más en este purgatorio eterno que llaman pensamiento. No sé porqué me volvió a llamar ni porqué , inconscientemente cogí el teléfono.
-          Carlos, ¿Cómo estás?- Dijo , con un tono apagado y aparentemente eñorando mis palabras perdidas en el tiempo, como si hubiese estado llorando durante toda la noche.
-          ¿Cómo quieres que esté?-Le devolví la pregunta- Después de todo esto...- Dije
Casi sin fuerzas , un nudo en mi garganta me asfixiaba , un nudo indescriptible , que llegaba hasta mi corazón lo arrancaba , torcía dirección mi alma y la encadenaba al solar de penas que un día ella dejó. La fuerza de mis palabras se pasaban al tembleque de mis manos , y aquí se perdía en el espacio.
Todavía  al teléfono ella dijo.
-Mal…- No pude escuchar más, ésa sílaba me volvió a matar , colgué y volví a la cama , donde no debí salir.

Pasaron tantas horas que no soy capaz ni de decir cuanto tiempo pasó, quizás incluso días, sólo me levantaba para beber, comer algo, mear y cagar lo poco que había comido. Mi aspecto tras éste affair con la depresión más oscura no tenía ni una pizca de lo que en su día fue. Decidí, en un alarde de autoestima, afeitarme y ducharme, como primer paso hacia la reconciliación con el mundo. Me duché , y en la ducha las penas que antes intentaba ahogar con alcohol ahora se ahogaban con agua ardiendo,  algo que agradecí , cuando salí todavía mojado de las penas , emprendí el camino hacia el armario donde guardaba la maquinilla, la hoja, ya oxidada del desuso , era inservible , menos mal , que solo me quedaba un recambio. Mi barba antes con las migas de las comidas anteriores ahora relucía negra como el carbón más antiguo de la tierra, comencé a afeitarme las mejillas y el cuello, al final de esta operación tan exitosa como la que realiza un cirujano al intervenir al paciente, mi cara quedó despejada y dibujada por un simple bigote , que me recordaba a mi difunto padre, ahora, sólo quedaba un cambio , un cambio gigante.

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